Aunque en el momento actual, el término “cristal” se refiere a la materia sólida que posee una estructura atómica ordenada, desde un punto de vista macroscópico, el cristal se define como “un sólido homogéneo que a veces presenta formas poliédricas de gran belleza”. El interés suscitado por estas formas y la búsqueda de las leyes geométricas y simétricas que pudieran explicarlas, dio origen a la Cristalografía, y los “modelos cristalográficos” fueron la clave de ésta búsqueda.
Estos modelos eran réplicas idealizadas de los poliedros cristalinos, realizadas en cerámica, madera, vidrio o papel, que facilitaban las medidas y observaciones necesarias para solucionar las incógnitas planteadas, ya que los ejemplares naturales completos, bien cristalizados y de buen tamaño, son bastante escasos. Por esta razón, hubo muchos intentos de representación “tridimensional” de poliedros, aunque no fue hasta el siglo XVIII en que Jean Baptiste Romé de L´Isle (1736-1790) diseñó la primera colección importante de modelos cristalográficos. Moldeados a mano con arcilla que después se cocía en un horno, destacan por su valor estético y sobre todo por su gran interés para la Historia de la Cristalografía.
La delicada manufactura y la extrema fragilidad de los modelos de Romé no los hacia muy adecuados para fines docentes, por lo que se imponía buscar otros materiales más manejables y fáciles de trabajar. En este sentido destaca la madera, que fue utilizada por René Just Haüy (1743-1822), contemporáneo de Romé aunque algo más joven y declarado competidor suyo. Las piezas de sus colecciones se hacían con maderas duras y consistentes, que permitían obtener caras lisas, aristas afiladas y ángulos muy precisos. En general, la calidad y perfección conseguida era muy alta, lo que unido a la resistencia del material, contribuyó al éxito de estos modelos. Pronto se empezaron a comercializar y han servido de base para la enseñanza de la Cristalografía en todo el mundo, hasta el día de hoy. En el Museo de Historia Natural de la Universidad de Santiago de Compostela, se exhibe una colección de Haüy formada por 1024 piezas. Esta colección perteneció al Matemático Rodríguez (1770-1824), que la trajo consigo a Madrid, después de una larga estancia en el extranjero. Los modelos catalogados en la web como “CRISTALES DE HAÜY” pertenecen a una pequeña muestra de 61 piezas, que Rodríguez “pudo dejar olvidadas” en el Museo de Ciencias Naturales, donde ocupó durante algún tiempo, el puesto de director del Observatorio Astronómico de Madrid, dependiente del citado Museo, y donde participó activamente en la organización de la recién creada Universidad Central de Madrid, hoy Universidad Complutense, en cuyo “Museo de la Geología”, ubicado en la Facultad de Ciencias Geológicas, se pueden contemplar estas 61 piezas atribuibles a Haüy.
Referencias:
R. J. Haüy (1823) Traité de mineralogie. Seconde edition. Paris, 313 pp.